La furia de un dios.

21 may 2010


Allá en la península yucateca, al mando de un monopolio pesquero se yergue un dios auto-declarado, su nombre: Claudio O'Riley: soberbio, tirano, déspota y efigie del individualismo, que nos remite a los dioses del Olimpo y entre ellos al despótico Zeus. Sólo puede ser un dios blanco, no puede ser otro, según juzgamos cuando echa en cara a sus súbditos los ultrajes a los que 'él y los suyos' impusieron a su raza, dejando claro quién se halla en la cima de la jerarquía instituida desde entonces.

Sin embargo, esas tierras distan mucho de ser como las griegas, y en ellas reinan sus propios príncipes, sus propios dioses; Kaänëk, el príncipe deificado que ha de volver según el Chilam Balam para echar a los blancos al mar, resurge en la figura de un sindicalista homónimo, y entre las puras representaciones está el enfrentamiento sutil y sugestivo del dios blanco y el dios maya, maguer más allá, el Cän-ëk personaje no goce en el filme de trascendencia.

Pero la trama está lejos de encarnar los conflictos sociales, se centra más bien en el camino qué sigue Claudio - ¿o el camino lo lleva a él?- , desde que éste siendo joven se encuentra con el poder y sus infinitas posibilidades, hasta su muerte, apenas pasados algunos meses -planeada por sus asociados, pero distante de ser forzada-, comprendiendo en ello los innumerables abusos y atropellos cometidos en dicho lapso.

Parece no amar, parece incapaz de toda empatía. Embelesado con el poder, persigue fines cada vez mayores hasta que puede decir que no le falta nada: sólo le falta una cosa, y entonces lo habrá tenido todo: la muerte. Esta conclusión coincide con el complot en el que sus socios hartos de su 'locura' planean asesinarlo.

No ignora el plan, lo sabe todo; sin embargo no lucha, no escapa, lo estimula por el contrario, lo facilita. Todo dios tiene adoradores, éste no es la excepción; hay quien lo odia tanto como lo ama, caso del encomendado a asesinarlo. Al enfrentarse con quien debería ser su asesino, dícele en palabras que evocan a un Stirner que todo "sucederá porque así lo quiere"; una navaja, un abrazo y más un suicidio -¿asistido?- que un homicidio, lo llevan al colmo de la transgresión, lo ha rompido todo, lo ha despreciado todo, se ha burlado de todos y de todo; ha transgredido el instinto más elemental: vivir; y en el éxtasis poético de su locura o de su libertad agrega:

"He triunfado, soy libre del amor, libre del dolor, de la ilusión..."

En tanto, Käänëk también cayó, mas no por la voluntad de un Zeus que encadena a un Prometeo; no hubo lucha entre los dioses. Distantes entre sí, caen por la misma trampa
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Aquí fragmento La furia de un dios, 1


Reparto:

Humberto Zurita.
Assumpta Serna.
José Carlos Ruiz.
Manuel Ojeda.
Fernando Balzaretti.
Angélica Aragón.


Sinopsis, cine mexicano, Felipe Cazals. Película que debiera figurar entre las joyas del cine mexicano.

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